Mal día para ser mala

Texto: Cristina Majcus; ilustrador: Nunö

Buenos Aires: Sudamericana, 2010 (Pan Flauta)

Recomendado para lectores de 10 años en adelante

Un libro que funciona como un mazo de naipes, en el que cada baraja es un personaje, todas chicas, todas diferentes: la chica que quería ser mala, la que amaba los diccionarios, la que tenía cerebro de nuez, la que viajaba con su valija en busca de la mamá, la que juntaba cachivaches, la que quería casarse con el príncipe azul, la que no quería aburrirse. Siete cuentos como siete llaves para pasar al otro lado, al lado mágico y disparatado de las cosas.

Cuentos que se inscriben en el género fantástico y que están pensados para lectores que se animen a descender al infierno o internarse en una dimensión desconocida, y que no se desanimen ante un desenlace desconcertante o inesperado. Si los lectores solo aceptan finales redondos y felices, tendrán que buscarlos en otros cuentos.

Es posible realizar con estos personajes un curso acelerado acerca de los efectos de la magia, una maravilla que, a veces, resulta un poco frustrante. Algo así  le ocurre a la chica que amaba los diccionarios y que aprendió a transformar sus imágenes en seres más o menos reales. Esta es su conclusión, después de experimentar con Las Meninas de Velásquez: «¡Ah! ¡Qué macana! –piensa-. Las cosas no cobran su tamaño normal sino el de la ilustración del diccionario. La vida, gran tacaña, siempre retacea la felicidad. Los vestidos tacitas miden como tacitas, no hay forma de pedirlos prestados y usarlos en el próximo cumple».

Las consecuencias de las acciones de las chicas suelen ser irónicas, a contrapelo del deseo de los personajes. Algo se puede sacar como conclusión de cada historia, pero la autora se cuida de decirlo, coherente con el lector modelo que diseñan sus textos: alguien inteligente, que puede pensar por sí mismo.

Las ilustraciones forman un sistema con el texto. Resulta difícil pensar en otro tipo de imágenes para él: las chicas son sugerentes, algo anacrónicas. Las imágenes, enriquecidas con los recursos que ofrece la computación, integran fotografías y collage, tienden a lo onírico, cuando no a lo francamente surrealista. Ver, por ejemplo, a la chica de la valija transitando un desierto donde se divisan las siluetas lejanas de unos moáis.[1]

Como es característico en esta colección, aparecen cartas de la escritora y del ilustrador. El juego excede los límites del texto, derramándose sobre los paratextos. La primera exhibe sus afinidades y desacuerdos con las chicas: «podría ser amiga», «apenas la conozco», «me da un poco de miedo»; el segundo deja sentada su protesta por lo mal que se comportaron «el día en que vinieron al estudio para ser retratadas».

Elena Stapich

[1] Las grandes estatuas de la isla de Pascua.