Todo el dinero del mundo

Texto e ilustraciones: Istvansch

Buenos Aires, Sudamericana, 2005 (Primera Sudamericana).

Recomendado para lectores de 6 años en adelante

Istvansch (Istvan Schritter) es una figura multifacética dentro del campo de la LIJ argentina: ilustrador, editor, escritor, teórico y docente. En este libro reelabora un motivo propio de los cuentos tradicionales, hoy destinados al publico infantil, como es el de los deseos concedidos que se vuelven en contra de quien los formula. En esta línea se inscriben textos como el paródico “Un Ramón, un salmón y tres deseos”, que Graciela Montes incluyó en Doña Clementina Queridita, la Achicadora.[1]

En el libro de Istvansch, el narrador emplea la 2ª persona (“Los ojitos te brillaron como monedas”) para dirigirse al protagonista, un niño al que “la Reina” le concede el deseo de tener todo el dinero del mundo.

Un procedimiento interesante aparece a partir del momento en que el niño comienza a comprar desaforadamente: para pasar de la página par a la impar hay que rotar el libro, de manera que la vorágine del consumo es acompañada por el movimiento de giro necesario para poder leer y que se detiene –justamente- cuando finaliza la maratón compradora, que había ido in crescendo hasta llegar a la hiperbólica adquisición de Marte con marcianos incluidos. Diferentes tipografías sirven para destacar palabras como todo, tuya, tuyo.

Llegado el momento de ponerse a jugar con sus adquisiciones, aparece nuevamente la Reina, a la que el niño le plantea: «–Me aburro, ¿a qué puedo jugar?» A partir de allí, juntos inventan un montón de juegos. Texto e ilustración, hasta ahora convergentes, se separan. Mientras el texto cuenta que vuelven a la tierra en cohete o encuentran un tesoro sumergido, las imágenes muestran a una mamá y su hijo jugando dentro de la casa,  con elementos transformados gracias al juego simbólico (unas sillas como cohete, la bañadera devenida en mar),  juego que finaliza cuando una bandeja aparece en primer plano, portada por manos masculinas. La Reina ordena al Príncipe que se prepare para el banquete y es obedecida: «Y vas. Feliz. Dueño de tu mundo.»

Las ilustraciones están realizadas con la técnica de papeles recortados, típica de Istvansch, y rebosan color y vitalidad. Por otra parte, su importancia es fundamental, ya que, como es propio del libro-álbum, otra sería la historia si leyéramos sólo los textos.

Más allá de estas cuestiones, es muy interesante el modo en que el autor construye un libro con una fuerte carga moral, sin ser moralizante. Camina por el borde de un precipicio sin desbarrancarse. Hubiera sido fácil caer –como es tan frecuente- en el dedo alzado y la moralina, pero sortea estos peligros y nos brinda un libro sugerente, que deja a los lectores la libertad de sacar sus propias conclusiones.

Elena Stapich


[1] Montes, G. Doña Clementina Queridita, la Achicadora. Buenos Aires, Colihue. 1985