Mi gatito es el más bestia

Texto e  ilustraciones: Gilles Bachelet

México: Océano, 2005 (Océano Travesía).

Recomendado para prelectores en adelante

Libro-álbum que plantea a los lectores un pacto de lectura desconcertante: un narrador en 1ª persona  describe a su mascota, un gatito (tamaño, hábitos, alimentación, travesuras). Se produce la superposición de este narrador con el autor, en tanto se presenta a sí mismo como pintor que fracasa en el intento de vender alguno de los múltiples retratos del gato en cuestión. En una de las imágenes se reproduce una carta  en la que el remitente es “Gilles Bachelet, Ilustrador…”

Pero de la observación de las imágenes surge que el referido “gatito” es, en realidad, un elefante. Para los niños en edad preescolar este libro es desafiante: es posible que se trate de la primera experiencia con un narrador que es lo opuesto al omnisciente de los cuentos tradicionales. Es inevitable que surjan las hipótesis: ¿qué le pasa a este narrador?; ¿no se da cuenta?; ¿miente?; ¿juega?; ¿está loco?; ¿es un chiste?; ¿el gato está disfrazado de elefante?; ¿no es muy grande para ser un gato disfrazado?

A la vez, el equívoco genera situaciones humorísticas, como la del elefante haciendo caca con las patas en una caja con arena de las que usan los gatos y, a continuación, recogiéndola del suelo con una palita. Algunas de las peripecias que se producen en el departamento del narrador nos traen a la memoria el Dailan Kifki, de María Elena Walsh.

Por otra parte, Bachelet emplea un procedimiento que hemos visto en los libros de Anthony Browne: una referencia a los pintores más legitimados en la historia del arte. Cuando el narrador dice: «He pintado muchos retratos de mi gato. No he conseguido vender ni uno», podemos apreciar una serie de retratos pintados a la manera de Botticelli, Dalí, Magritte, Marc Chagall, Picasso, Miró, etc. En la pared, un cartel que, incongruente, enuncia: “Un gato negro”. En un rincón, una pila de libros en cuyos lomos se lee “LE SURREALISME”, “LE CUBISME”, “L’EXPRESSIONISME”. No es extraño encontrar en el libro-álbum el gesto que tiende a la parodia y/o al homenaje,  reuniendo desprejuiciadamente a los productos de la cultura “alta” con los de consumo masivo.

En Mi gatito es el más bestia no hallamos una narración propiamente dicha, sino una serie de secuencias que se yuxtaponen y se suman para presentar el disparatado vínculo entre el narrador y su mascota. No obstante, cierra con un remate efectivo, en el que el despistado humano no logra identificar a qué raza pertenece su “gatito”, después de haber consultado un libro que le obsequiaron con ese fin. Pero el libro resulta útil para la mascota, que echada sobre un sufrido diván se divierte arrancando las páginas, una por una.

Elena Stapich