El incendio

Texto: María Teresa Andruetto

Ilustraciones: Gabriela Burin

Buenos Aires: del Eclipse, 2008 (Libros-álbum del Eclipse)

Recomendado a partir de los 6 años

“El incendio alegre» es una de las parábolas de Kierkegaard, y de ella toma María Teresa Andruetto las primeras líneas, como epígrafe de su texto: «En un teatro se declaró un incendio entre bastidores. El payaso salió para dar la noticia al público. Pero éste creyó que se trataba de un chiste y aplaudió con ganas.» A la vez, el epígrafe anticipa lo que se va a narrar.

El incendio es un relato en verso que va in crescendo hasta el catastrófico final: «Y por eso fue que luego / se volaron con el fuego / las señoras…». No obstante, es difícil sentir pena por ellas: constituyen un personaje grupal poco apto para las identificaciones. Se las caracteriza como elegantes, atrevidas, petulantes, rimbombantes, ignorantes, soberanas, distinguidas, comedidas, generosas, gustosas, homicidas. Como Chico Buarque en su poema Construcción, Andruetto arma el texto con un repertorio de adjetivos que se van desplazando, y así “rimbombantes”  se aplica a las señoras, pero también, alternativamente, a los barrios o al teatro.

Este carácter excesivo y un tanto siniestro de las señoras-público se corresponde con una ilustración que las muestra como esperpentos, especie de bataclanas entradas en carnes, con profusión de plumas, boquillas, largos guantes y  portaligas con medias de encaje.

La ilustradora usa el collage y tanto las señoras como el payaso poseen ojos recortados de fotografías. Cuando ríen, las mujeres exhiben enormes bocas rojas  de las que sobresalen tiras de papel torcidas, desparejas: sus dientes. En ellas predomina el rojo con algún detalle negro, el payaso es gris; la ciudad, fantasmagórica, también es gris, con un teatro primero iluminado y después enrojecido por las llamas. La recursividad de imágenes y colores —sumada a la del texto—  produce un efecto hipnótico.

El diseño es cuidado: tapa, contratapa y solapas como cortinas de tul; una mano enguantada en la tapa y una pluma que queda flotando sobre los paratextos de la última página aluden metonímicamente a los personajes.

Hay una apuesta a lo raro, a lo inclasificable, que habilita la pregunta ¿para qué lectores está pensado este libro? Una respuesta rápida nos llevaría a descartar a los chicos: por la estética, por el tipo de historia, por el lenguaje y hasta por la referencia erudita que implica el epígrafe. Sin embargo, pensamos, seguramente hay chicos que verán allí brujas. Puede haber también algunos que disfruten de un texto lleno de palabras “raras”: rimbombante-ultramar-petulante-peculiar, palabras sonoras, reiteradas, rítmicas.

En realidad, la pregunta por el lector es frecuente cuando se explora el libro-álbum. Aún los que están claramente destinados a un público infantil hacen sus guiños al lector adulto. ¿Será que El incendio puede pensarse como una muestra de la “literatura sin adjetivos”? Ni infantil, ni juvenil, ni para adultos. Sólo literatura.[1]

Elena Stapich

[1] Andruetto, María Teresa. Hacia una literatura sin adjetivos. Córdoba: Comunicarte, 2009.