Literatura y fútbol

En estas páginas dedicadas al fútbol y la literatura no podía faltar Roberto Fontanarrosa, epítome de esta sociedad entre el deporte más popular de nuestro país y los libros. Pareja a la que, el Negro de Rosario, le agregó dos condimentos insoslayables: la caricatura y el humor.

De todo esto nos habla, en esta magnífica nota, nuestra compañera Ana.

UN ENCUENTRO CON FONTANARROSA

Por Ana Emilia Silva*

Desde hace muchos años, Roberto Fontanarrosa es un escritor amigo, al que hemos visitado muchas veces tanto en las tiras humorísticas como en novelas y cuentos.

Hoy exploraremos los relatos sobre fútbol, deporte que fue una de sus pasiones más intensas, junto al gran amor por Rosario Central, el club de su preferencia y así lo manifestó: “Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastante inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol”.

Sus textos sobre fútbol abordan temas complejos a través del humor que cuestiona y pone en escena diversos relieves del mundo masculino. El humor en Fontanarrosa va más allá del mero chiste, es algo más sutil. Es la inteligencia del certero observador convertida en discurso. Su risa posee connotaciones bajtinianas porque muestra la otra cara de los hechos a través de la conversación masculina, la cultura de masas y la cultura futbolística. Un rasgo fundamental de su narrativa es la utilización de la parodia, una modalidad de la intertextualidad, que además de incorporar un texto en otro, desvía el sentido del primer texto a través de distintos materiales: los discursos de los personajes, la cultura de masas, el mundo del fútbol. Parafraseando a Raúl García Rodríguez consideramos que el recurso de la parodia, el ejercicio de subversión de los textos oficiales o solemnes y la inserción colectiva de la risa le sirven a Fontanarrosa para inaugurar una existencia alterna o “segunda existencia” y de este modo contradecir cualquier discurso vinculado a las relaciones de poder. Esta carnavalización genera formas específicas de lenguaje y de comunicación, que transgreden prácticas establecidas.

Un partido genera un despliegue de actividades festivas: pintadas, afiches, el sonido de los bombos, el clamor de los barras y los cantitos que provocan sentimientos de alegría ruidosa, comunión social y diversión porque, al igual que el carnaval, se abre al disfrute y al uso de diversos ornamentos que poseen un carácter lúdico. En la fiesta deportiva se produce la supresión momentánea de lo cotidiano y de las formalidades del comportamiento social para dar cabida a la imaginación y al placer. La plaza pública, centro del jolgorio popular en la Edad Media y el Renacimiento, se desplaza al lugar donde se juega el partido: “Las plazas públicas (…) constituían un mundo único e integral, en el que todas las expresiones orales (…) tenían algo en común, y estaban basados en el mismo ambiente de libertad, franqueza y familiaridad (…) era el punto de convergencia de lo extraoficial, (…) en ese sitio el pueblo llevaba la voz cantante”. (Bajtin, 1999, pp. 139).

Hemos encontrado muchas similitudes entre el fútbol como fiesta popular, que congrega a los diversos estratos sociales y las reflexiones de Bajtín al referirse al carnaval. Este teórico sostiene que los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo y mientras la fiesta transcurre no hay otra vida, siendo imposible escapar de ella porque no tiene frontera espacial. En el curso de un partido, la fiesta para Bajtin, solo puede vivirse de acuerdo a las leyes de la libertad. Asistimos a un estado peculiar del mundo: su renacimiento y renovación en que cada individuo participa. (1999, pp.13).

Caricatura de Juan Chaves

En estos relatos, Fontanarrosa logra fusionar la pelota y la palabra. A través de un magistral dominio del lenguaje cotidiano, de los códigos lingüísticos propios de hinchas y jugadores en general, va plasmando diversas situaciones vinculadas a ese deporte. Las narraciones descorren matices del mundo y la cultura masculina mediante el lenguaje sobre el fútbol. Los cuentos no lograrían la contundencia narrativa sin la exhaustiva explotación del lenguaje. Asomarnos a los procedimientos lingüísticos es parte de nuestra aventura.

Para los hinchas y la gente comprometida con una determinada camiseta, un partido sintetiza un microcosmos; en cada partido es la vida la que rueda hacia el codiciado gol. Y los relatos descorren facetas de ese universo.

El libro Puro fútbol. Todos su cuentos de fútbol reúne gran parte de su producción sobre el tema. En este encuentro, a modo de muestreo, abordaremos algunos textos que consideramos más significativos.

El libro se abre con “La barrera” y el narrador en tercera, focalizado en el personaje, nos sumerge en un formidable partido jugado en el patio de una casa, por un niño que sueña ser un “pibe de las inferiores”. En la hora de la siesta, mientras patea entre macetas, que conforman la barrera y elude el peligro de los sifones, vuela muy alto. El patio deja de ser patio para convertirse en la cancha de Racing Club, en la que juega dispuesto a dejarlo todo. Miguel Tornino siente que es el elegido para concretar los goles que llevarán a su equipo a la gloria tan ansiada. Su espectador, el Negro, contempla el ir y venir del aguerrido jugador que estudia “con los ojos entrecerrados el ángulo de tiro, el hueco que le deja la barrera, la luz que atisba entre la pierna derecha del recio mediovolante de la visita y la pata de porland de la maceta grandota del culantrillo”. En un ir y venir de escenarios, participamos de la jugada inolvidable, en que el público, de pie, celebra al gran Miguel. Y al grito de “¡Tiró Tornino!”, la gloria parece cerca, pero la maceta de aceite Cocinero vuela “a la mierda”, el Negro, ya no concentrado espectador, ladra y la voz de la madre cierra el episodio. Estos elementos cotidianos, rompen el encantamiento.

Mezcla de ternura, épica y cotidianidad, el cuento describe los sentimientos del niño jugador en la mezcla de ensueño y realidad. Por un lado la cancha y los vítores y por otro, la voz de la mamá que ordena guardar la pelota. El narrador no agrega nada más.

En “Escenas de la vida deportiva”, la ironía está presente desde el título. El narrador en tercera persona desgrana su mirada en un grupo de hombres, que mientras se visten para jugar un partido, conversan entre sí. Hablan del juego y también hacen juegos de palabras. Una preocupación los asalta: la reserva de la cancha y los comentarios generan bromas referentes a distintos malentendidos y frases de grueso contenido sexual. Mientras hablan, simultáneamente miran hacia la cancha, donde un grupo de pibes algo desarrapados disfruta de su juego. En ellos se percibe la alegría por la concreción de la fiesta. A diferencia de los que están en el vestuario, no hablan, solo corren detrás de la pelota, centro inmediato de su universo. Y la diferencia social se evidencia en los comentarios despectivos. Los que juegan y se divierten son portadores del estigma social: “En la cancha, una multitud de morochos corría detrás de una pelota marrón y deformada. Algunos de ellos con pantalones largos arremangados y descalzos. Jugaban y gritaban. Se reían”.

El cuento transcurre en esa larga conversación y la posibilidad de jugar el habitual partido de los sábados se va diluyendo en la charla trivial, en largos preparativos que dilatan la entrada a la aventura del juego. Cuando Miguel pincha la pelota, el tan conversado encuentro también se pincha. El barro, el frío, la pelota inadecuada y la pinchadura marcan el desacierto de la tarde perdida. Así como los morochos se fueron juntos y alegres en el camión, estos hombres se disgregan, con la frustración a cuestas, tal vez hasta el próximo sábado. En el cuento, la voz del narrador y la voz de los otros conforman un contrapunto discursivo.

“Algo le dice Falero a Saliadarré”: en este cuento, Fontanarrosa imaginó un diálogo entre Martín Falero y Tucho Saliadarré en la cancha de River, cuando Saliadarré marcó el gol en el último minuto.

El cuento se abre con un epígrafe en el que se cita al locutor Víctor Hugo Morales: “Algo le dice el Muñeco a Batistuta.” El relato se balancea entre la voz del comentarista y el otro relato conformado por el áspero diálogo, en plena cancha, entre Falero y Saliadarré. Un duelo verbal entre el jugador veterano y Falero, “el pibe de las inferiores” que pugna por su ascenso. El intercambio de palabras entre ambos jugadores pareciera mostrar la interna feroz y la lucha de poderes: “No soportaré impertinencias —le dice Tucho a Martincito—. He ejecutado todas las jugadas de pelota parada y no habrá de ser esta una excepción”. En medio de la riña, el relator a la manera de Morales, comenta el partido con vehemencia y formula hipótesis sobre lo que está sucediendo en la cancha mediante un discurso pleno de imágenes y recursos poéticos: “¡Ruge ahora la parcialidad de la visita, que en buen número se ha llegado hasta Núñez, soñando ya con que esa pelota postrera se incruste de una buena vez por todas en las enredaderas trepadoras del arco de River Plate!”. 

Al final del cuento, una frase desmantela la creíble disputa: “¡Otra vez el viejo truco de la controversia interna, la vieja jugarreta de los afectos despechados!”.

“El ocho era Moacyr” nos inserta en las conversaciones entre los concurrentes al mítico bar El Cairo, en pleno centro de Rosario, al que Fontanarrosa era habitué.

El relato con un narrador que observa, transcribe y comenta lo que acontece, gira alrededor de un personaje que un día se sienta con el grupo y se diferencia del resto. Esta particularidad lo convierte en objeto de indagación y es destacable la variedad de apodos que el personaje les sugiere. La gradación va de un mote insignificante hasta llegar a lo más peyorativo para ese ambiente de denso machismo: “coso”, “flaco”, “Sobrecojines”, “el pobre tipo”, “El elegante”, “Tragasables del año uno”. Una vez que se lo nombra, su condición queda instaurada y comienzan a buscar las pruebas que corroboren el bautismo: “muy fino”, “muy delicado”, “puto”, “traga la bala”, que toma whisky, usa chaleco, corbatita, habla y sabe sobre polo.

Las certezas sobre la condición del personaje se van a desmantelar cuando constaten su saber sobre fútbol, ante la precisión con que afirma que el número cuatro es Sainz: “El hombre que había seguido silenciosamente la conversación, con una actitud entre divertida y ausente, se acomodó en la mesa. Dijo: -Sainz. Luego, con tranquilidad, completó la lista de jugadores”. A partir de ese episodio, el hombre recupera su identidad: Rodolfo. El texto se cierra con el derrumbe del discurso machista y homofóbico: “Buen tipo ese”.

Nuestro recorrido llega a su fin. Esperamos habernos asomado con cierta certeza al universo de estos cuentos.

* Ana Emilia Silva es profesora (USAL) y Licenciada en letras, egresada de la Universidad Nacional de San Martín. Se ha diplomado en Lectura y Escritura por FLACSO y por la Universidad Nacional de San Martín en las Diplomaturas en Literatura Infantil y Juvenil y obtuvo el Postítulo en Literatura Infantil y Juvenil (CEPA). Es narradora oral, discípula del profesor Juan Moreno. Escribe poesía y narrativa, varios de sus textos integran diversas antologías. Coautora de libros de texto en Lengua y Literatura para Editorial SM y Editorial Kapelusz y autora de Prácticas de Lengua y Literatura. Pasar la Posta. Lugar Editorial. Buenos Aires, 2017. Integra la Comisión Directiva de ALIJA y es miembro de la Academia Argentina de Literatura Infantil y de la Academia Alas.

Entrevista a Cecilia Bajour, ganadora del premio Pregonero

Estimados,
compartimos la entrevista que le realizaron a la Mg. Cecilia Bajour con motivo de haber recibido el Premio Pregonero, en la Categoría Especialista, en el marco de la 24a Feria del Libro Infantil y Juvenil.
La Mg. Cecilia Bajour es co-directora, junto con el Doctor Gustavo Bombini, de la carrera de Especialización y del Ciclo de Diplomaturas en Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. Además de ser Titular de la materia Literatura Infantil y Juvenil en el Profesorado en Letras de Unsam y coordinadora del área de Literatura Infantil y Juvenil del Plelij, Escuela de Humanidades, Unsam.

Notas para un viaje de descubrimiento

Joel Franz Rosell nos envía este trabajo reciente en el que reflexiona sobre el presente de la Literatura Infantil Iberoamericana: LA LITERATURA INFANTIL IBEROAMERICANA.

Aprovéchenlo, es un texto bien reciente, firmado el 30 de junio de 2014 en París. Le agradecemos al autor su autorización para publicarlo. También encontrarán este y otros escritor de Joel Franz Rosell en su blog El pájaro libro: http://elpajarolibro.blogspot.fr/2014/06/la-literatura-infantil-iberoamericana.html.

 

Selección de títulos argentinos dentro del Catálogo White Ravens

Todos los años, los lectores especializados en cada idioma de la International Youth Library (IYL), la Biblioteca Juvenil Internacional de Munich, Alemania, seleccionan entre los  libros publicados el último año, aquellas obras de todo el mundo que consideran especialmente notables.

Esta lista se compila en un catálogo conocido como White Ravens Catalogue, que se presenta todos los años durante la Feria del Libro Infantil de Boloña, en Italia.

Este reconocimiento se destina a los libros que despiertan la atención por sus temáticas de alcance universal o por el carácter innovador o excepcional de su estilo artístico o literario, o por su diseño. Los títulos son escogidos entre los libros que la IYL recibe para ser reseñados o entre copias donadas por los editores y otras organizaciones alrededor del mundo. Actualmente, el catálogo online White Ravens incluye 3.557 libros de 84 países, escritos en 60 lenguas.

Los libros pueden rastrearse por palabras clave, año, país, lengua o por categorías especiales como “mención especial” (libros sobre los que los especialistas de la IYL quieren concitar especial atención); “entendimiento internacional” (libros cuyos contenidos contribuyen al entendimiento entre personas de distintas culturas. Un modo de trabajar al máximo sobre los lineamientos de Jella Lepman, la fundadora de la Biblioteca Juvenil Internacional); “libros fáciles de comprender” (libros claros, sencillos; que inclusive pueden abordar tópicos difíciles pero que hallan un modo contundente de plasmar el contenido, y se vuelven muy accesibles sobre todo para aquellos lectores de lenguas extranjeras); “ICDL” (Internacional Children’s Digital Library) libros disponibles on-line.

Entre las obras provenientes de Argentina, la IYL escogió estos títulos.

La escuela no fue siempre así. Baredes, Carla Pineau, Pablo (text) Basile, Javier (illus.) Buenos Aires: lamique, 2008. 36 p. (Las cosas no fueron siempre así) ISBN 978 -987-1217-16-8

La editorial lamique, que publica exclusivamente libros de no ficción, llega a través de su serie Las cosas no fueron así siempre demostrando que se puede transmitir el contenido simultáneamente de una manera competente y entretenida.

Este volumen trata la historia de la educación escolarizada. Cada uno de los capítulos se encuentra diagramado en una doble página, frente a un amplio espectro que va desde la antigüedad hasta hoy, con textos breves acompañados de humor, color e ilustraciones. Entre sus temas se incluyen la enseñanza obligatoria y el derecho a la educación, los útiles de escritura, el mobiliario de las aulas y el carácter históricamente exclusivo de la educación escolarizada, que antes estaba reservado a los descendientes de las elites sociales. El libro habla directamente a sus lectores manteniendo siempre como referencia el mundo que viven los niños de hoy, para favorecer la comparación y el interés.

Radiografía de una bruja. Ferro, Beatriz (text); Pico, Elenio (illus.)  Buenos  Aires: Del Eclipse, 2OO8. – [30] p. (Libros álbum del eclipse). ISBN 978-987-9011-90-4

Aunque el título podría sugerir otra cosa, este libro no tiene nada que ver con un examen médico. No obstante, se propone responder varias preguntas importantes: ¿qué es exactamente una bruja y que es lo que la hace tan mala (como para obtener una puntuación de 110 en una escala de 100 puntos de maldad!)?

Las brujas son astutas, voluntariosas y tienen lazos firmes, mientras que al mismo tiempo su ortografía es bastante pobre. Dan lugar a su descendencia poniendo un huevo cada 300 años con solo meditar diez minutos. Los lectores aprenden esto y otros disparates no menos importantes, incluido el modo en que la malicia se disemina fácilmente entre los seres humanos. Elenio Pico ha ilustrado este libro álbum con una deliciosa estética de tiempos pasados, con imágenes en miniatura entre ingeniosas y malvadas, que vuelven palpable la astucia de la brujería. (5 +)

El sueño de los murciélagos. Ramos, Pablo. Buenos Aires: Alfaguara, 2001. 156 p. (Serie roja) IS8N 97X-9X7-04-1222-9

Argentina, año 1980, durante la dictadura militar. En medio de las grandes dificultades financieras que enfrentan las familias debido a la crisis económica del país, Gabriel, Marisa y algunos amigos tratan de resolver las preocupaciones económicas de sus padres con la ayuda de Sara, la “bruja”. Por lo que anticipan la portada y el arranque, el libro parece ser una obra de literatura fantástica; sin embargo, pronto se revela como una historia realista que ofrece una mirada a una época amarga de la historia argentina.

De este modo, se abordan aspectos de la brutalidad del régimen autoritario, como así la necesidad de la gente sencilla de superar todos los obstáculos, aunque sin la ayuda de la magia. Este libro se caracteriza por un lenguaje claro, un ritmo rápido y humor maravilloso. (14 +)

El hombre de los pies murciélago. Siemens, Sandra. Buenos Aires: Norma, 2009. 158p. (Zona Libre). ISBN 978-987-545-563-4

Esta novela cuenta la historia de Esper, quien está condenado al ostracismo por sus compañeros  cuando no es acosado brutalmente. No tiene el coraje de confiar en otras personas, ni el poder para defenderse de sus verdugos. Su intento de hacerse “invisible”, por pasar lo más desapercibido posible a fin de evitar la hostilidad, termina por estimular la violencia; la estrategia fracasa.

Esta historia inquietante y perturbadora, compuesta como un mosaico, recuerda una antigua tragedia. Inexorablemente, como una bomba de tiempo, conducida por un impulso interno, la trama se dirige hacia una catástrofe. Los lectores son involuntariamente testigos impotentes y cómplices mudos (14 +).

El bazar de los juguetes. Yiso Reinaldo; Isol (adapt./ilus.). Buenos Aires: Además, 2009. – [22] p. (2×4= Tango para pibes) ISBN 978 – 987- 23530-5-6.

La serie 2×4 Tango para pibes hace el aporte emocionante de introducir a los niños al mundo del tango, para expresar al mismo tiempo una actitud hacia la danza y la vida. Reinaldo Yiso (1915- 1978), que permaneció toda su vida en su ciudad natal, Buenos Aires, es uno de los mas grandes poetas y compositores de este género. Su tango “El bazar de los juguetes», que inicia este álbum, habla sobre una tienda de juguetes que despierta recuerdos de una infancia vivida en la pobreza, y el amor de una madre hacia su hijo.

En las páginas siguientes, Isol interpreta los versos de Yiso con maravillosas imágenes y unas pocas palabras. Ellas hablan de los juguetes del cielo, del agua, del aire, de los sueños, y en el proceso convoca el de la libertad, la creatividad y la imaginación ilimitada. (6 +)

El encanto de la lectura compartida

Eduardo Dayan, Exposición en la Feria del Libro Infantil y Juvenil

21 de julio de 2010

La mujer entró al curso de un quinto año demasiado conflictivo.  Reemplazaba a una profesora que había renunciado. Estaba decidida a enfrentar lo que consideraba su desafío personal.  Vio que desde los bancos de atrás empujaban a un chico que aparentaba resistirse y que finalmente habló:

—Seguro que no, profesora, pero ¿no nos podríamos saltear el discursito ese de que —puso voz de payaso desorientado, bostezó, fingió pena—, “espero que nos llevemos bien, mi materia es la más importante, lo que aprendan les será muy provechoso en el futuro, etecé, etecé, etecé…?”.

Yo voy a omitir la parte esa de mis agradecimientos que obviamente están y en alto grado, para aprovechar la voz del estudiante ficcional cuyas palabras acabo de leer porque se me acomoda a los desconciertos, dudas, perplejidades, que siempre me provocan las frases hechas que se repiten como una verdad  indiscutible, ajena a cualquier cuestionamiento y más allá de lo que dicen. Me refiero a esas frases terminales del tipo de las que todos conocemos, por ejemplo, “es lo que hay”, “no bajes los brazos”, “el tránsito colapsó”, “todo tiene que ver con todo”, “los chicos no leen”. Yo voy a detenerme en esta última expresión.

Si se repite una y otra vez que los chicos no leen, está claro que los chicos tienen que leer. Ahora, si pensamos qué tienen que leer y por qué tienen que leer entramos en un terreno opinable, subjetivo, debatible. Sospecho que no todos pensamos lo mismo. Por lo menos para mí, la lectura es como el colesterol: está la lectura buena y está la lectura mala.

Así, por ejemplo, leo en una Carta de Lectores publicada en el diario El País, de España.

«El juez de la Audiencia de Toledo José María Losada condenó el pasado 9 de mayo a un joven de 19 años a realizar trabajos para la comunidad por un tiempo de 52 horas. De acuerdo con los representantes de Bienestar Social, la condena se ha cambiado por la pena educativa de leer el libro “Rimas y Leyendas”, de Gustavo Adolfo Bécquer, así como resumir lo leído y entregarlo al juzgado.

La lectura como correctivo me parece una decisión asombrosa. Por otra parte impresiona que el magistrado haya tenido la agudeza de comprender que el castigo incluya responder a un cuestionario y resumir lo leído.

Aunque si la pena impuesta por la autoridad es educativa, se nos hace necesario considerar la delicada relación de la lectura con la escuela, pensar en ese hilo delgado que une y separa los campos literarios y educativos.

Atrás de lo que lee un alumno en la escuela está la elección previa del docente. Hasta que llega un texto a manos del último eslabón de la cadena está el compromiso, la responsabilidad de quien decide: ¿por qué se eligen las lecturas que se eligen, cuál es el criterio, cómo se sustenta la preferencia?

Lo que yo sé es que no hay ninguna neutralidad en los muchos actores que se aplican a ese acto educativo: todos elegimos un texto para su lectura sabiendo lo que hacemos, con una posición tomada con respecto a él, pero no solo a él: están presentes en la decisión nuestras ideas —y me excedo, pero no tanto—, nuestra postura en la vida, en la educación, frente a la Literatura. Si alguien dice: “que lean cualquier cosa, pero que lean”, esa también es una postura que considero, aunque no comparta.

Todo texto, toda elección de texto, no puede dejar de lado la ideología de la persona involucrada, en el sentido de que remite a una manera de entender el mundo concretada en ideas, principios, valores, convicciones, pareceres, intenciones, prejuicios, usos y calidad estética de la lengua empleada.

Es verdad que son válidas todas las resoluciones a las que se llegue por propia decisión, incluso la mera diversión o la banalidad del entretenimiento, porque hasta la literatura liviana puede ser interesante, atractiva, hasta profunda: lo que importa es que cada uno sepa y se haga cargo de lo que hace. Esto es,  que lo bueno de lo light, el café sin cafeína, la cerveza sin alcohol, la sal sin sodio, el tabaco sin nicotina, los endulzantes sin azúcar, no derive en aprendizaje sin esfuerzo y educación sin contenidos. Esto que parece obvio, es obvio. Y en ocasiones sucede. Lamentablemente.

En general, la lectura de los chicos está  determinada por los adultos. Son los padres los que compran los libros, los de la escuela y los que regalan; son los maestros y los profesores los que determinan qué título se va a leer y cómo será leído, son las autoridades educativas las que seleccionan los libros que se entregan a los alumnos y a las bibliotecas,  son los hacedores de libros, los escritores, los responsables de lo que escriben, son las editoriales las que publican lo que creen más conveniente. Y más atrás están quienes juzgan, eligen, publican, premian, ofrecen, promueven, publicitan. A todos nos importa qué concepción de lector subyace en los involucrados: el maestro, el profesor, el alumno, el escritor, el editor, los jurados, los críticos.

Lo que yo veo es que la oferta es mucha, variada, riesgosa. Advierto que hay y habrá seguramente textos que se arman a partir de la propuesta de hacer hincapié en temas supuestamente audaces y aparentemente atractivos. Por ejemplo y exagero: ecología, homosexualidad, discapacidades diversas, abuso de drogas,  violencia familiar o de género, sida, anorexia, bulimia, pibes chorros, transas, cartoneros, embarazo adolescente, derechos humanos, discriminación, acosos varios, sexualidad, bisexualidad, masturbación, depresión, automutilación, parejas tóxicas. Entonces, al escribir, se tratan los temas de una manera aséptica, políticamente correcta, edificante, como para que no generen conflictos, quejas adultas, problemas institucionales.

Naturalmente, cualquier relato es válido, si surge de la necesidad de contar una historia en la que lo que se narra, el tratamiento del lenguaje y la necesidad de decir son auténticos.

Esto lo digo porque observo que en ocasiones, en algunos textos aparecen personajes esquemáticos, chatos, dados de una vez y para siempre. Por ejemplo, el padre rico y con compulsión al trabajo, con ideas y frases hechas y fijas sobre el universo, sobre los hijos y sobre todo, sin posibilidades de cambio alguno, no falta la domesticada madre infeliz y esa obvia abuela omnicomprensiva y supertolerante, que da «lecciones de vida» con su conducta y la sabiduría que le dan los años.

Pienso que con el canon que respalda esa escritura se supone que así se «enseñan» valores, los afectos que se deben sentir, las conductas que corresponde seguir, las normas que es necesario obedecer… todo mechado con palabras como tolerancia, solidaridad, comprensión, rebeldías encauzadas, respeto a la diversidad, “amor”.

Existen otras posibilidades. La de aquellos autores que pensamos que la literatura explora y amplía experiencias de vida y permite construir interioridades, relacionarse, vincularse, ampliar la mirada. Así las imágenes que el lector va creando en su lectura viajan con él, entrelazándose con otras lecturas y con rutinas personales. Cada libro intenta hablarle a todos pero de una manera diferente a cada uno. Dice algo literalmente, pero sugiere más y más. El libro, en realidad «lee» al lector, lo descifra, lo nombra en cada palabra, lo va creando, apela a sus conocimientos, a su experiencia de situaciones vividas, de lecturas. Entonces, de lo que se trata es de buscar esos puntos de encantamiento compartidos entre el escritor y el lector, en la lectura cómplice que se da entre ellos, en esa intimidad compartida que se profundiza y prolonga en cada lectura.

En mi caso el proceso de escritura considera como fondo el saber reflexivo e intuitivo de la lengua, el conocimiento de lugares y situaciones que se conocen o son creíbles, el cuestionamiento de una realidad injusta. Me importa que aparezcan la ciudad y los espacios abiertos.

Así una pareja adolescente:

Circulan por las calles: Lavalle, Uruguay, Santa Fe. Ni ven los racimos de gente preocupada que apenas los registra. Están contentos de estar juntos. La ciudad es el tablero y ellos los jugadores o quizá, en compañía, el mundo es diversión, simple juego de la palabra o fuego puro de la palabra. Ella cuenta algo como siempre, se mueve, hace muecas, guiña, canta, manotea el aire, encamina los pasos de los dos… No tiene apuro… Atardece.

María del Carmen ha decidido ir con Pablo a la manifestación de repudio al atentado contra la Amia. Lee las consignas en las pancartas: “La única solidaridad es hacer justicia”, ve ciento cincuenta mil personas enfrente del Congreso, se sabe en el centro del dolor. Percibe la hostilidad en los silbidos contra el presidente Menem, que prefiere no hablar. El silencio inunda la plaza cuando la palabra se vuelve luto compartido.

Familiares de otras víctimas comprenden, sufren, acompañan. María del Carmen ve los pañuelos blancos de las Madres de la Plaza de Mayo, las fotos de los ajusticiados sin motivos ciertos, las banderas de quienes necesitan estar presentes, oye “para que no mueran dos veces”, y gente, gente, gente.

No se trata, pienso, en el inútil empeño de pensar que se intenta reproducir una historia real, nada de eso. Se trata de contar con belleza algo que pudo haber sucedido.

La ciudad se adormilará en sueños de otoño que se prolongarán lejos de las olas crespas del río. Se opacarán los bruscos gritos de las paredes, los pasacalles, las manifestaciones. Cerca de las autopistas y los verdes que limitan a Buenos Aires, la Reina del Plata, el arco iris verá deshacerse disueltas en luz las mariposas.

Claro que el lenguaje denuncia las ideas del escritor sobre sus posibles lectores. Parafraseando a Pascal, yo digo que el adolescente es un junco, pero un junco que piensa.

Así piensa la profesora del curso conflictivo:

No era cuestión de explicarle en ese momento qué pensaba, ni qué hacía allí. Menos, que no veía la adolescencia como un período de la biografía de las personas semejante a una sala de espera en la que había que demorarse hasta que pasara el almanaque y llegara la vida verdadera, reflexiona la profesora.

Y son lícitas las normas y las transgresiones justificadas a la norma. Por ejemplo, incluir, en ocasiones, poesías escrita por el amigovio de la protagonista, incluir palabras que no son del diccionario, pero que apuntan al corazón de la pena, incluso en verso entrelazado a la prosa:

imaginar la tristura de tus ojos,

velada vanamente

por el cántico de  voz que te sostiene,

volverse lágrima, lluvia, chorro de agua,

caldo, gota, de últimas gotera,

granizo, agua bendita, soda,

condenado desde el vamos al fracaso

de no volver a encontrarme en tus palabras,

que no quieren alcanzarme,

que me deshabitan,

que no me dan ni siquiera,

gorjeos de murmullos,

quiebros, balbuceos, soplos,

duraderos aún más en el recuerdo

Un texto ficcional es el que, más allá de las teorías, que están por detrás, seguro, remite siempre a la interioridad del lector, lo obliga a conversar consigo mismo de lo desconocido, lo conocido, lo oculto o lo imaginario. Sobre él aletea el marcado paso del tiempo, el remolino de la vida, la necesidad insegura de descubrirse. Todo en una lengua elaborada artísticamente. Importa también leer la sociedad a través de lo que les sucede a los personajes novelados, que se discutan sus puntos de vista, los signos hilvanados del deseo, la voz que busca la intensidad de la emoción que se recrea y se vive como si los estuviéramos oyendo en una noche de verano alrededor del fuego.

El lenguaje es alimento de palabras, produce pensamiento y belleza y puede producir acción. Estoy seguro de que la buena lectura ensancha en la gente la posibilidad de escribir el propio texto, soñar sus propios sueños, escribir su propia  vida.

Eduardo Dayan, 21 de julio de 2010

Adivinanzas, o la supervivencia de una manera poética de nominar el mundo

Por Carlos Silveyra

Publicado con autorización del Servicio de Orientación de Lectura www.sol-e.com

“Si vais para poetas, cuidad vuestro folclore. Porque la verdadera poesía la hace el pueblo. Entendámonos: la hace alguien que no sabemos quién es o que, en último término, podemos ignorar quien sea, sin el menor detrimento de la poesía. No sé si comprenderéis bien lo que os digo. Probablemente no.

La pena y la que no es pena,
todo es pena para mí:
ayer penaba por verte,
hoy peno porque te vi.”
Antonio Machado. [1][1]

La adivinanza, una manifestación lírica muy antigua, es una forma poética folclórica nacida en la oralidad que nomina al mundo. No en vano en casi su totalidad, hallamos sustantivos como respuestas. Parafraseando al escritor y educador argentino Ernesto Camilli, sus respuestas son los nombres de las cosas. [2]

Constituyen un capítulo de nuestra cultura que también hallamos en toda la comunidad hispanoparlante y aún más allá, en todos los países en que hablan lenguas latinas y todavía en otros, como el inglés. Son, si se me permite, un auténtico patrimonio de la humanidad aunque, como son simples florecillas de los campos, silvestres y de colores vivaces, no tienen quiénes las galardonen formalmente. Tal vez, como sostiene Pedro Cerrillo  para toda la literatura oral, entre otras razones, porque “histórica y educacionalmente, se ha considerado que lo escrito tenía un carácter ennoblecedor que no tenía lo oral”

Pero veamos qué son las adivinanzas.  Las definiciones abundan, desde las más ingeniosas – “Tiene forma de poema / pero en realidad es un problema” dice una adivinanza de autor anónimo cuya respuesta es ‘la adivinanza’ — hasta las más complejas y minuciosas.

Se trata de una manifestación en verso, de autor anónimo, que tradicionalmente se difundió por vía oral aunque actualmente también solemos conocerla a través de su escritura. Predominan las cuartetas compuestas por versos octosílabos y con rima en los versos pares, aunque también las hay de variada cantidad de versos y métrica.

Lo verdaderamente singular de estos pequeños poemas es su finalidad: se trata de un artilugio mediante el cual dejamos ver ciertos indicios y, preciso es decirlo, buscamos confundir levemente al oyente para facilitar y a la vez dificultar que logre su objetivo, esto es, coja el significante y acierte con la respuesta.

El que la propone conoce aquella palabra no dicha pero aludida, y le pide al oyente, de un modo explícito o tácito, la respuesta precisa. Para atinar con ella deberá emplear imaginación y concentración, unir los cabos sueltos y, de ese modo, acertar con esa palabra cifrada, oculta y a la vez expuesta, que constituye la respuesta correcta. Claramente, se trata de un juego intelectual con palabras.

Aquella característica que señalara más arriba de la difusión oral hizo que tanto en las adivinanzas como  en las otras manifestaciones del folclore infantil –trabalenguas, nanas, cuentos mínimos, versos ligados a juegos como escondites, saltar a la comba, etc.—carezcamos de una versión original; todas sufrieron o mejor dicho, se mejoraron, con aquel pasaje de un individuo a otro. Pasaje que puede ser intrageneracional (de un niño a otro) o intergeneracional (de un adulto a un chaval). Es decir que de una misma adivinanza encontramos una cantidad de versiones, todas igualmente válidas, según se haya modificado en ese viaje histórico. Cambios que realizan los sujetos individuales, muchas veces dejando huellas del habla de la comunidad. Así no debemos asombrarnos si una misma adivinanza aparece en versiones ligeramente diferentes en Galicia, Andalucía y en Castilla. Tampoco si la hallamos en Cuba, México y Argentina. Es más: podemos dar con ella, más diferente, en francés, italiano o en guaraní o quichua, en el corazón de la América del Sur.

Así donde decía  “patata” en una adivinanza leonesa dirá “la papa” (el artículo para conservar la métrica) en una recogida en el Uruguay o Argentina; donde ponía “roto” en una adivinanza chilena dirá “pobre” en una castellana, por poner solo un par de ejemplos.

La otra gran responsable de los cambios es la desmemoria, el olvido. Mal que nos pese no podemos retenerlo todo, palabra por palabra, pausa por pausa. Y cuando no recordamos  una palabra o un pequeño fragmento, cubrimos la carencia acudiendo a distintos procedimientos, comenzando por restituir el sentido general, para pasar luego a pulir el reemplazo atendiendo a que no sea excesivamente explícito con relación a la respuesta y, finalmente, como dirían los psicólogos de la Teoría de la Gestalt, buscando la buena forma, esto es, atendiendo a la métrica y ocasionalmente a la rima.

El fenómeno curioso que se puede comprobar fácilmente, no sólo en el caso particular de las adivinanzas sino en toda la literatura oral, es que cada emisor está convencido que la versión correcta es la que él sabe y que las demás están equivocadas, simplemente son erróneas. “Tú la dices mal. Que no es así…” A veces sostienen estos puntos de vista aún después de que se les explique esto de las versiones. La justificación para sostener esa postura, tozuda por cierto, es casi con exclusividad, histórica: “Así la decíamos de chavales”; “De ese modo la decía mi abuela”, etc. Es una defensa denodada de la propia memoria y de cualquier elemento de la cultura personal-social. Es similar a la defensa que hacemos de otras palabras de nuestra infancia, cómo llamábamos a la bacinilla o al extremo de una barra de pan.

Este punto de la memoria puesta en juego para reproducirlas nos permite advertir ciertas notas en su construcción. La rima y el ritmo, está claro, permiten recordar. Y si no, pensemos en nuestros antepasados juglares que eran capaces de repetir de memoria, de cabo a rabo, el Cantar de Mío Cid, por ejemplo. Aunque, bueno… tal vez el chozno del chozno de mi chozno se cargó alguna palabrilla…

También colabora para tal fin la redacción en primera persona (“Tengo calor y no frío…”), recurso que, además, resulta muy eficaz para atraer la atención del oyente.

LOS ELEMENTOS ESTRUCTURALES

A poco de entrar en el mundo de las adivinanzas folclóricas – porque también las hay obra de autores prestigiosos como Cervantes, Lope o Góngora, sin abundar—vemos que se repiten, en mayor o menor medida, ciertos elementos que podemos denominar estructurales que cumplen distintas funciones. Resulta importante, como veremos más adelante, disponer del texto completo de la adivinanza para determinar su función.

Fórmulas de introducción o de inicio.

Muchas adivinanzas presentan en la introducción formulillas, construcciones ya hechas que se reiteran en diferentes piezas al estilo de “Qué cosa es cosa”, “Adivina adivinador”, “Qué será, qué será” o la pregunta directa “¿Cuál es?”, “¿Qué es?”, etc. Estas fórmulas cumplen la función de advertir que allí comienza la adivinanza, algo así como el “Había una vez…”, “ Esto era…”, etc. en la narrativa. Es un anuncio de juglar que nos comunica el comienzo de la función instalando un ritmo que se prolongará en el resto de la pieza. Anuncio que no dice otra cosa que “aquí empieza el juego”.

Adivina, adivinanza

qué se pela por la panza.
La naranja[1][3]

Acertaón, acertajín,

¿qué tiene el rey en la nariz?
Los mocos
[1][4]

¿Cuál es la cosa

que se aposa
sobre todas las cosas?
El nombre
[1][5]

Maravilla, maravilla,

¿qué será?
Canta, pero no en coro,
tiene corona pero no es rey,
lleva espuelas pero no es jinete.
El gallo
[1][6]

¿Qué será
que está en la puerta
y no quiere entrar?
El umbral
[1][7]
Adivinen por fortuna
¿cuál es el ave sin plumas?
El Avemaría
[1][8]
Maravilla, maravilla mba’é mo te pa

que se puede maravillar,
un poronguito verde
lleno de agua dulce.
La sandía
[1][9]

Adivina quién soy:
cuando voy, vengo,
y cuando vengo, voy.
El cangrejo
[1][10]

Fórmulas de cierre o conclusivas.

Aunque algo menos frecuentes que las fórmulas de inicio, también hallamos construcciones fijas que sirven para indicar que allí concluye la adivinanza. De todos modos, los estilos de fórmulas conclusivas son más variados. Permítaseme una vez más volver a ejemplificar con la narrativa: es equivalente al “Colorín, colorado, este cuento ya se ha acabado”  o cualquier otra fórmula.

Veamos algunos ejemplos:

Te digo y te repito
que si no adivinas,
no vales un pito.
El té
[1][11]
Vara, vareta,
ni verde ni seca;
ni hoja ni rama,
el que adivine
se casará mañana.

La vela
[1][12]
El hermano de mi tío,
aunque no es tío mío,
¿sabrás decirme qué es mío?
Padre
[1][13]
En medio del cielo estoy
sin ser lucero ni estrella,
sin ser sol, ni luna bella,
a ver si aciertas quién soy.
La letra E
[1][14]
Chocó en la calle un tranvía,
late y late el corazón.
Quién no sepa el acertijo
asnillo será y tontón.

El chocolate
[1][15]
Habla y no tiene boca,
corre y no tiene pies,
vuela y no tiene alas,
¿qué cosiquilla es?
La carta
[1][16]

Elementos orientadores y distractores

Estos dos elementos juegan, como en una balanza de dos platillos, un delicado equilibrio. Los elementos orientadores son aquellos que nos conducen a la respuesta, los que suelen ir aproximándonos por vía semántica a la respuesta. Los distractores, elementos fundamentales de las adivinanzas, son los que evitan la inmediatez de la respuesta, que la ocultan, la ponen a cobijo. Por esto generalmente estos elementos son metáforas. Y lo son porque, como dijéramos más arriba, las adivinanzas son juegos de palabras y hay un cierto monto de desafío, de reto, de incitación a acertar. Sin distractores no hay reto.

Si una adivinanza careciera de distractores sería un simple enunciado, directo, evidente. Si una adivinanza careciera de orientadores sería críptica, accesible sólo para expertos en la materia sobre la que versa la respuesta.

Otros elementos menos frecuentes.

Como se señalara más arriba, la transmisión oral hace que esos textos carezcan de la estabilidad de lo escrito.

Además, los textos de difusión oral se diferencian en cuanto a la cantidad de personas alcanzadas a la vez, se transmiten de uno a uno (o a pocos, en la mejor de las alternativas) mientras que lo escrito se difunde de uno a muchos (o a pocos, en el peor de los casos).

Estas características generan múltiples versiones porque los retransmisores completan las “lagunas” provocadas por la memoria deficiente o, en algunos casos, la nueva versión viene a reemplazar algún fragmento o palabra que “no sonó bien” en ese sujeto y que, sin tomar conciencia de ello, la reemplaza por otro.

Esos reemplazos muchas veces juegan un papel poco funcional en cuanto a lo semántico, antes bien mantienen la métrica y atienden a la rima por medio de palabras o construcciones existentes o, lo más frecuente, por neologismos que agregan o enfatizan la musicalidad del pequeño poema.

Suele suceder que alguno de estos neologismos se repite en varias piezas dentro de un área geográfica. Pongamos por caso “quiquiricosa”  o “quisicosa” en las adivinanzas mexicanas. En estos casos hablamos de construcciones  que denominamos “comodines” porque sirven aquí y allá, en esta adivinanza o en aquella. Veamos algunos ejemplos, también seleccionados de recopilaciones procedentes de distintos países de habla hispana. Observe el uso de neologismos en la última adivinanza seleccionada donde la función es otra: reemplazar las palabras de la respuesta de un modo muy ingenioso.

Adivinanza volanza
no tiene tripas ni panza.
La balanza
[1][17]
Pajarito vira vira
alza la cola y tira.
La aguja
[1][18]
Una cosa,
quisicosa,
cruza el río
y no se moja.
El sol
[1][19]
Colorín colorán
pasó por la mar.
Si no te lo digo,
no lo acertarás.
El azafrán
[1][20]
Adivina, adivinaja,
¿cuál es el ave
que escarba la paja?
La gallina
[1][21]
está pingando;
Mango, mango, está mirando:
Si pingue, pingue cayera,
Mango, mango lo comiera.
La morcilla y el gato[1][22]

1. MACHADO, Antonio: Juan de Mairena (Vol. II). Buenos Aires, 2ª edición, 1949, p. 56

2. CERRILLO, Pedro César: Adivinanzas Populares Españolas (Estudio y Antología). Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla – La Mancha / CEPLI, 2000, p. 15

3. DÍAZ ROIG, Mercedes y MIAJA, María Teresa: Naranja dulce, limón partido. Antología de la lírica infantil mexicana. México D.F., El Colegio de México, 2ª. Edición 1996. p. 75.

4. PÉREZ, Juan Ignacio y MARTÍNEZ, Ana María: Debajo del puente. Adivinanzas tradicionales recogidas en el Campo de Gibraltar. Algeciras, LIToral, 2002. p. 67

5. FEIJOO, Samuel: Sabiduría guajira. Las Villas, Cuba. Universidad Central de Las Villas, 1965. P. 53

6. CIDCLI, S.C.: La Quisicosa. México D.F, 2ª. Edición, 1985. p. 51

7. BRAVO-VILLASANTE, Carmen: Adivina adivinanza. Madrid, Didascalia, 1986. P. 16

8. VILLAFUERTE, Carlos: Avininanzas recogidas en la provincia de Catamarca, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1975. p. 117

9. GONZÁLEZ TORRES, Dionisio M.: Folklore del Paraguay. Asunción, Paraguay, 1980. P. 66

10. SILVEYRA, Carlos: Animalanzas. Adivinanzas con animales de Hispanoamérica, Buenos Aires, Altea, 2002. p. 12

11. CONSEJO NACIONAL DE EDUCACIÓN DE LA REPÚBLICA ARGENTINA: Antología Folklórica Argentina para las Escuelas Primarias, Buenos Aires, Guillermo Kraft Ltda.., 1940. p: 116.

12. MOYA, Ismael: Adivinanzas. Buenos Aires, Anaconda, 1955. p.125

13. CERRILLO, Pedro C.: Adivinanzas populares españolas (Estudio y Antología), Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000. p. 74

14. PEREDA VALDÉS, Ildefonso: Cancionero popular uruguayo, Montevideo, Editorial Florensa y Lafón, 1947. p. 97.

15. ANDRICAÍN, Sergio, SÁSÁ, Flora Marín de y RODRÍGUEZ, Antonio Orlando: Naranja dulce, limón partido. San José, Costa Rica, UNESCO, 1993. p. 107.

16. ESCRIBANO PUEO, M.L., FUENTES VÁZQUEZ, T., GÓMEZ-VILLALBA BALLESTEROS, E y ROMERO LÓPEZ, A. Adivinancero granadino de tradición oral, Granada, Universidad de Granada, 1990. p.116.

17. VILLAFUERTE, Carlos. Op. Cit, p. 154

18. VILLAFUERTE, Carlos. Op. Cit. p. 151

19. CIDCLI. Op. Cit. p 11

20. RODRIGUEZ MARÍN, Francisco: Cantos Populares Españoles, Buenos Aires, Bajel, 1948 (1º edición española: Sevilla, 1882/3), p. 111.

21. GÁRFER, José Luis y FERNÁNDEZ, Concha: Adivinancero Popular Español, 2 vol. Madrid, Taurus, 1984. Vol. 1, p. 71

22. JIJENA SÁNCHEZ, Rafael. Don Meñique. Buenos Aires, Hachette, 1960. p. 59

Una selección comentada de títulos y autores publicados en el año 2009

Por Nora Lía Sormani

Un recorrido por algunos de los libros publicados este año permite evaluar el trayecto de las distintas editoriales especializadas, y posibilita también tomar conocimiento con los autores e ilustradores que marcaron una tendencia. La lectura detallada de todos ellos ayuda al diagnóstico de las temáticas más recurrentes y a la interpretación de las distintas concepciones de LIJ que subyacen en los textos.

El panorama general es el de la multiplicidad de géneros, de autores y de mundos representados en la LIJ de la Argentina. Se observa una proliferación de los libros-álbum y de los libros ilustrados, en consonancia con la tendencia en la LIJ del mundo,  y también un auge del lenguaje de la historieta, un género muy cultivado en la Argentina para los adultos y que se lanza de lleno en el campo de los libros para chicos.

A pesar de un progresivo aumento en el número de títulos, la edición de poesía y de teatro sigue siendo escasa, hecho paradójico ya que ambos géneros tuvieron siempre autores destacados en el campo de la literatura para adultos, Juan Gelman y Griselda Gambaro, valen como ejemplo.

Más allá de los temas clásicos abordados en la LIJ, la innovación en este aspecto viene de la mano las preocupaciones sociales actuales, en especial, la discriminación, la necesidad de volver a relaciones más cercanas –a escala humana–, la defensa de los territorios, la inclusión de lo diferente, la denuncia de los crímenes del pasado –las guerras, los desaparecidos–, un estado de alerta general ante el maltrato humano. Además, desde hace unos años se observa una revalorización de los relatos, cuentos y leyendas de los pueblos originarios de la Argentina y el mundo, un modo de incorporar la globalización desde otra perspectiva, diferente a la planteada por la publicidad o los medios de comunicación.

Este año hubo que lamentar el fallecimiento de la escritora Graciela Sverdlick, autora del libro El hombrecito de la valija, de Ediciones SM y de otras obras sobresalientes.

De cara al Bicentenario, la Argentina se viste de fiesta y se prepara para editar libros para niños y jóvenes de grandes autores inspirados en la temática de la historia, las revoluciones libertadoras y las costumbres típicas de la patria.

Presento un muestrario de lo publicado durante 2009 (los títulos se exponen en orden alfabético):

Barco de papel, de Jorge Luján. Ilustraciones: Julia Friese. Los especiales A la orilla del viento. Fondo de Cultura Económica.

Este libro-álbum presenta, con bellas metáforas e imágenes,  a una niña que se baña mientras hace un barquito de papel. El texto, de alto contenido simbólico, cuenta lo fácil que es fabricar  un barquito de papel, pero lo difícil que es subirse a él y zarpar hacia un mundo de aventuras,  amor y coraje. En definitiva, lo desafiante que es asumir el barco como propio y subirse a él con los deseos y retos que el amor y la experiencia de la vida deparan. Gracias a la semiosis ilimitada, Jorge Luján habla también en este texto de la literatura: de lo cómodo que es escribir sin compromiso y deseo, y, a la vez, lo grandioso de asumir un texto como propio, darle un significado y defenderlo para que navegue en busca del amor del lector.

Campeón, de María Teresa Andruetto. Ilustraciones: Nicolás Arispe. Calibroscopio.

Con la calidad que caracteriza la obra de María Teresa Andruetto, este cuento, publicado este año por Calibroscopio, pero escrito por la autora en 2000, se luce por  la capacidad de Andruetto de “pintar” en pocas líneas la vida cotidiana y la idiosincrasia de un pueblo chico. Por todas partes circula la noticia de la llegada del Negro, quien acaba de salir campeón. El relato cuenta los preparativos del recibimiento y la salida de todos a las calles: los chicos del Colegio Sangrado Corazón, el Sindicato de Peones, las Devotas del Corazón de Jesús, y los empleados de la cooperativa de los Tamberos. Andruetto, a la par que sugiere la idea de solidaridad y de alegría popular cristalizada en la gente  sencilla que se reúne a festejar, logra pregnar al texto de un clima de suspenso sobre quién será el Negro tan famoso. El lector lo descubre con una sonrisa en el final. A partir de 7 años.

Cuando San Pedro viajó en tren, de Liliana Bodoc. Ilustraciones: Valeria Docampo. Ediciones SM.

Liliana Bodoc fue la candidata al Premio Hans Christian Andersen 2010 en representación de la Argentina. En este libro despliega su capacidad de escribir en una prosa poética muy personal historias breves para los niños pequeños. El tren, sus ideas y venidas, la estación, los encuentros y las despedidas, el pueblo que se deja y la incertidumbre del regreso, conforman el imaginario de este cuento. Nicanor y su madre deben partir por primera vez del pueblo de San Pedro hacia la gran ciudad. La magia del relato reside en el talento para reflejar, con palabras, los sentimientos humanos más íntimos que se ponen en juego en esas circunstancias. Un breve relato de educación en el que el protagonista evoluciona emocionalmente. Las ilustraciones de Docampo terminan de pincelar el tono melancólico del texto. A partir de 7 años.

Del otro lado del océano. Relatos de Oriente y Occidente, de Sandra Comino. Ilustraciones: Silvana Delfino. Editorial Homo Sapiens Ediciones.

Esta antología de relatos, cuentos y leyendas de todas partes del mundo aporta una cantidad valiosísima de datos sobre las etnias, las tradiciones, las creencias, el imaginario y las formas de narrar de los distintos pueblos y comunidades. Relatos gitanos y búlgaros, de Namibia y Cuba, de islas y países lejanos y tres clásicos europeos son algunos de los mundos recreados por la autora. El libro va señalando, como guiando placenteramente al lector, los distintos caminos trazados por estos cuentos, así como las curiosidades y vínculos entre todos ellos y determina una ruta lectora. El texto es riquísimo en imágenes sensoriales: brumas, cumbres, nieve, flores exóticas; además de danzas y música de todo el planeta donde predominan los sonidos de gaitas y tambores conjugadas con los olores cotidianos: humo, brea, flores, mate y tortas fritas. A partir de 8 años.

El árbol de las siete brujas, y otras historias entre-las-hadas, de Silvia Schujer. Ilustraciones: Javier González Burgos. Atlántida.

Silvia Schujer es una de las autoras sobresalientes, prolíficas y destacas, que se inició en los fervorosos años ochenta y que no ha dejado de producir textos de alta calidad, originales, inteligentes y muy leídos por los niños. Este nuevo trabajo presenta un personaje muy usual de sus textos: la bruja. En este caso, son siete hechiceras, que viven en una choza, de las cuales cada una posee un fruto que contiene su poder. El problema se presenta cuando las siete compiten entre ellas para ganarse al príncipe. Sin embargo, Bobeta, una de las hermanas, la de menos poderes pero más astucia, logra  enamorarlo. La picardía del texto consiste en contar todas sus ridículas maldades y en darle al final una vuelta de tuerca muy interesante.

Los otros cuentos son “Cuatro duendes y un gigante”, “Tres hadas entrelazadas” y “El Muy Magnífico Grandulón”. A partir de 5 años.

El circo criollo. Circo popular argentino, de Lucas Nine. Del Eclipse.

Este libro-álbum es una joya de la ilustración y representa para los argentinos un valioso aporte a la historia del teatro nacional. El circo criollo fue la forma en que se representaron las primeras obras de autores nacionales. Nine sigue de cerca la estructura de estos espectáculos y presenta, en primer lugar, los números circenses con personajes como los felinos, el perro que hace pruebas y los músicos. Luego, presenta el Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez y lo cuenta a la manera de una historieta. Para finalizar, realiza un homenaje a Pepino el 88, el personaje del entrañable actor y director Pablo Podestá. Un ejercicio de memoria para mostrarles a los niños las prácticas artísticas y teatrales de otros tiempos con bellísimas y creativas imágenes y un plus de fantasía. Lucas Nine es otro destacado artista de un admirable poder de simbolización.

El geño de la tinta negra, de Canela. Ilustraciones: Eugenia Nobati. Colección Piedra Libre. Ediciones La Brujita de papel.

Ceferino es un alumno repetidor de una escuela de campo, el número treinta y uno. Un día, cuando la maestra propone una redacción titulada “¿Saben lo lindo que me pasó esta mañana?”, él no tenía nada nuevo, lindo ni interesante para contar. Hasta que, del viejo y gastado escritorio, sale el genio de la tinta negra para animarlo a redactar su propia historia. Un texto sobre los amigos invisibles que acompañan a los niños solitarios, la libertad de expresión más allá de los límites y errores de ortografía en las redacciones y creaciones personales de los niños. Canela conoce cómo hablar de estos temas con los códigos de la mejor literatura infantil. A partir de 7 años.

Jamle. Versión libre gauchesca de Hamlet, de María Inés Falconi. Ilustraciones: Jorge Osvaldo Herrero. Ediciones Quipu.

Esta versión libre del  Hamlet de William Shakespeare tiene una característica particular y atractiva para el pequeño lector argentino: está narrada en tono gauchesco. La acción se sitúa en la zona rural, cuando aparece un fantasma ante los paisanos del lugar. Luego del susto inicial, descubren que el misterioso personaje es el mismísimo rey de Dinamarca, el padre de Hamlet, quien les pide que representen su historia para que el mundo se entere de su verdad. El lector se convierte así en espectador de esta versión paisana de Hamlet mientras disfruta por partida doble: de la historia representada, y del contraste lingüístico que genera la forma de hablar de los gauchos y la poesía de Shakespeare. De esta manera Falconi logra que su obra genere una hilaridad constante. Un texto que divierte y forma, ya que es un puente hacia la lectura del clásico y, a la vez, una puerta al mundo de la literatura gauchesca. El libro cuenta con un prólogo de Susana Itzcovich, especialista en el tema.

La casa bajo el teclado, de Ema Wolf. Ilustraciones: Matías Trillo. Grupo Editorial Norma.

La escritora Ema Wolf sorprende con cada nueva obra. Esta novela tiene el sello característico de su escritura: el absurdo y lo grotesco, la imaginación desbordante de detalles, la valoración de lo despreciado por menor o inútil y el humor satírico. Pero además, crea un microcosmos muy original, diferente a todos los otros, con sus personajes y reglas propias, con su sistema de ideas y sus maneras de ver la vida. Un verdadero universo formado por la familia de los Mocos. La acción comienza cuando uno de ellos, Timón, emprende un viaje a la antigua ciudad de Barabati llevando consigo en su mochila un disfraz de pasa de uva, una peluca, un amuleto, una guía completa para intranquilizar las rodillas, el mapa de la ruta con sus mares y pueblos, un flan medio podrido y adoquines. Pero además, la casa bajo el teclado de un piano donde viven los Mocos restantes, tiene problemas con una ventana. A partir de 10 años.

La escalera, de María Cristina Ramos. Ilustraciones: Natalia Colombo. Colección Ala Delta. Edelvives.

Estos siete poemas de la prestigiosa escritora María Cristina Ramos son representativos de su poesía más exquisita. Como es característico de la autora en los universos de sus poemas hay un trabajo muy fino con los elementos cotidianos, una “trascendencia” de lo cotidiano: la escalera, un ciempiés, una gusanita tejiendo sus alas para ser mariposa, los dientes de leche que dejan una ventanita, una rana desesperanzada y una nieta que, en el regazo de la abuela, observa el hilo que cose. Se trata de poemas de carácter narrativo, ya que a través de los versos cuentan una breve historia con situaciones, personajes y objetos. Ramos sintetizó el universo simbólico  característico de la poesía latinoamericana infantil de estos tiempos con estas palabras: “El prisma del mundo en una gota de agua”. Y así lo traduce en la práctica desde los versos que compone en sus libros destinados a los niños. A partir de 6 años.

La muralla, de Sandra Siemens. Ilustraciones: Claudia Legnazzi. Ediciones SM. Premio El Barco de Vapor 2009.

Este cuento largo narra la historia del rey Froilán, un personaje temeroso y desconfiado que intenta alejar a su reino de los peligros de los “otros” y para eso construye una muralla que paulatinamente se va cerrando sobre sí misma. Los “otros” son todos aquellos diferentes a él: los que profesan otra religión y otra ideología, los que pertenecen a otra raza, los feos y harapientos, también los pobres y los piojosos, e incluso los que tienen fiebre. Finalmente, el descubrimiento y comprensión del “otro” derriba metafóricamente la muralla. Una obra sobre la discriminación y las distintas murallas simbólicas que existieron y existen entre los hombres y los pueblos. La escritora Sandra Siemens sobresale por su capacidad para hablar de este tema tan profundo y actual en el lenguaje de los niños pequeños y con los códigos de los cuentos tradicionales. A partir de los 7 años.

Las líneas de la mano/ As linhas da mao, de Lilia García Bazterra. Ilustraciones: Irene Singer. Colección Los Niños del MERCOSUR. Editorial Comunicarte. Primer Premio del Quinto Concurso de Cuentos Infantiles Los Niños del MERCOSUR.

Lilia García Bazterra, escritora de la ciudad de Bahía Blanca, narra el momento del encuentro de las manos de dos compañeritos de escuela, Nano y Alma, integrantes de equipos diferentes. En un momento de paz, mientras dibujan, uno le pide a otro la goma de borrar y allí se produce el instante en el que se centra la narración: una epifanía entre niña y niño. Un libro sobre las cosas que uno calla y que, sin embargo, se dicen de otra manera. La edición bilingüe, español-portugués, presenta un formato especial, con dos tapas, una para cada idioma e invertidas, y la ilustración, en un juego muy atractivo, aporta imágenes diferentes para cada idioma. La ilustradora Irene Singer ensambló creativos dibujos con fotos de las manos de su hijo Gabriel y de su amiguita Galadriel.

Nariz roja, nariz verde, de Canela. Ilustraciones: Claudio Gallina. Colección Pan Flauta. Primera Sudamericana.

Este cuento de Canela (Gigliola Zecchin) se centra en un tema profundo e intenso: la vergüenza que algunos adolescentes sienten por el trabajo de sus padres. Los protagonistas son Luciano y su papá, un payaso que todos los días marcha a trabajar en la plaza del pueblo con su familia. Luciano desea fugarse y comenzar a hacer su vida. Su padre le da asco, especialmente “su cara pintada como un buzón” y la forma de cacarear, actuar y saltar. Además, lo ve gordo y pesado. Un día, su padre cae enfermo y el joven debe tomar su lugar. Para eso, se pone una nariz similar a la de su padre, pero pintada de verde y sale al ruedo. En ese momento, aprende a valorarlo por primera vez como hijo. Según el cuento de Canela, las relaciones familiares son frágiles y bellas, como las burbujas a punto de estallar. A partir de 11 años.

Nos vamos, nomás, nos vamos. Relato murguero, de Mercedes Pérez Sabbi. Colección Otro Potro. Ediciones Abran Cancha.

El mismo día del inicio de la primavera, el nuevo alcalde de Pachurrucutu anuncia la necesidad de que el pueblo se vea más aseado y pulcro. A pesar de que sus habitantes conocían la fama de prolijo e inmaculado del alcalde, se sorprendieron ante las primeras medidas exigidas a la población porque resultaron realmente exageradas.  Parques, plazas, y arroyos fueron cerrados o enrejados para preservarlos de la suciedad de personas y perros de malos hábitos. Además, el arroyo del balneario quedó enjaulado y fueron prohibidos los picnics. Todo lo viejo fue demolido por “juntamugre”. El texto denuncia los excesos procedentes del poder, pone en ridículo las manías y poses de algunos políticos que terminan atrapados en sus propias medidas. Por sobre todo, propone la reivindicación del pueblo para la recuperación de su vida normal: alegre, caótica, colorida y democrática.  A partir de 7 años.

Obras completas de Javier Villafañe. Teatro para chicos. Títeres y actores. Tomo I. Compilador: Pablo Medina. Diseño: Alejandro Arce. Editorial Colihue.

Este año, con motivo del centenario de su nacimiento, se lanzó la edición de las obras completas de un clásico de los libros para chicos: Javier Villafañe. Este primer tomo incluye trece de sus más famosas obras, representadas en numerosísimas oportunidades en los retablos de todo el país y disfrutadas por los niños más pequeños. El sabor popular de sus obras, como nacidas de la vida misma de los pueblos, la tradición española del teatro de cachiporra y el humor pícaro e ingenuo son característicos de estas páginas. El volumen cuenta también con dos obras breves adaptadas del folklore de Venezuela, país que el autor conoció y del que recogió valiosísimos relatos. El exhaustivo prólogo y la bibliografía fueron escritos por el especialista Pablo Medina.   

Patagonia, tiempo de leyenda, de Gustavo Roldán. Ilustraciones: Mima Castro. Guadal.

La pluma de Gustavo Roldán es única para retratar los modos de decir de los habitantes de los lugares más remotos de la Argentina. Su capacidad de observación y sutileza para desentrañar la poesía y la sabiduría de los relatos populares más sencillos hace que sus propias recreaciones sean disfrutadas como verdaderos hallazgos. El escritor tiene especial pericia para atrapar la atención del lector infantil y juvenil porque su enfoque de las cosas es llano. Sobrio y genuino, con lo es la observación y forma de estar en el mundo de los niños y jóvenes. Este texto es un bestiario de las criaturas mitológicas de la Patagonia argentina, a quienes Roldán hace artífices de la creación del mundo. A partir de 10 años.

Te amo, lectura (Natacha), de Luis María Pescetti. Ilustraciones: Pablo Fernández. Alfaguara Infantil.

Este libro se integra a la saga que tiene como protagonista a la locuaz Natacha, quien junto a   sus amigos y familiares es un personaje muy conocido por los pequeños lectores argentinos. El escritor Luis María Pescetti supo, a lo largo de distintos títulos, dar vida y presencia a esta niña de ciudad, dotándola de los modos y observaciones propios de los niños actuales. Esta vez el tema central es la lectura, una propuesta de la maestra de la escuela que es tomada por los alumnos como un desafío entre el grupo de los varones y el equipo de las chicas. Tom Sawyer, de Mark Twain y El Principito, de Saint Exupery son los textos que se confrontan en un juego de encuentros y desencuentros disparatados y muy divertidos. El desafío lleva a los niños a involucrarse auténticamente con los libros y la lectura. De esta manera el escritor expresa su concepción sobre la lectura como un modo de integrarla a la vida cotidiana y el esparcimiento. La maestría de Pescetti consiste en la reproducción fiel del modo de hablar y de estar en el mundo de los niños contemporáneos. A partir de 10 años.

Un montón de ranas rayadas, de Luciana Fernández. Una Luna.

La artista plástica Luciana Fernández propone en este libro un juego con las letras y las ranas, presentando el abecedario completo en forma de divertidas y coloridas letras hechas en plastilina moldeada. En este estilo tan personal, cultivado por la autora en la mayoría de sus trabajos, las ranas se alargan, se ensanchan, hacen gimnasia y, mientras juegan, dibujan el alfabeto. El estilo único de la ilustradora otorga corporalidad al libro, ya que los diseños en plastilina contribuyen a crear un efecto de volumen. Un libro destinado a los lectores que toman sus primeros contactos con las palabras mientras aprenden a apreciar el arte de los dibujos y diseños. A partir de 5 años.

Veinte pisos de terror, de José Montero. Ilustraciones: Alberto Pez.  Colección Telaraña. Editorial Sigmar. Primer Premio Sigmar 2009.

Manuel tiene diez años y acaba de mudarse a unas modernas torres de veinte pisos que lo alejan de sus antiguos amigos del barrio. El nuevo departamento encierra costumbres de seguridad –todos los que ingresan tienen que pasar por la mirada de los guardias- y misterios que, poco a poco, él mismo se encargará de discutir y develar. La destreza narrativa del autor de este thriller para pre-adolescentes consiste en describir con detalle y suspenso las circunstancias sospechosas de la “desaparición” de un obrero bajo los escombros de la pileta del edificio. Manuel se transforma en detective y justiciero, para regresar, una vez cumplida la misión, a la tranquilidad de su antiguo barrio. A partir de 10 años.

Ediciones De la Flor, dedicada centralmente al género historieta, continúa con la edición Gaturro, el famoso personaje del dibujante Nik, auténtico best seller entre los niños argentinos.

En cuanto a los libros de divulgación científica y artística, se destacan las publicaciones de Iamiqué, fundada en 2000 por dos especialistas, Carla Baredes e Ileana Lotersztain, con una apuesta a la ciencia entendida como disfrute para los niños. También EUDEBA, la editorial de la Universidad de Buenos Aires, tiene su colección ¿Querés saber? donde indaga sobre los secretos de la ciencia, especialmente la astronomía, para los más chicos. También Albatros cuenta con la colección Pequeños Científicos. Las artes plásticas tienen sus colecciones para niños. Se destacan las ediciones de Campoestrellado, de la Fundación Szterenfeld, destinado a dar a conocer la obra de los grandes pintores argentinos y latinoamericanos,  Arte a Babor, dirigida por Silvia Sirkis, que conecta la obra de los pintores con la geografía de la ciudad de Buenos Aires, y Albatros, en su colección Arte para chicos, presentó un libro sobre la obra de Antonio Berni y otro sobre la obra de Xul Solar. También Editorial Guadal hace una aproximación a la vida de los pintores en su libro La historia de Vincent Van Gogh, de María Susana Massabó e ilustraciones de Mima Castro. Este libro está compuesto por pictogramas y destinado a los niños a partir de 4 años. 

En el ámbito de la teoría literaria especializada en LIJ se editaron los libros Hacia una literatura sin adjetivos, de María Teresa Andruetto (Comunicarte) y Esto no es para vos, de Sandra Comino (Editorial La Bohemia).

Bibliografía

El hombrecito de la valija. Graciela Sverdlick; Christian Montenegro. Buenos Aires: SM, 2006. (Barco de vapor. Blanco)

Barco de papel. Jorge Luján; Julia Friese. México: Fondo de Cultura Económica, 2008. (Los especiales A la orilla del viento)

Campeón. María Teresa Andruetto; Nicolás Arispe. Buenos Aires: Calibroscopio, 2009.

Cuando San Pedro viajó en tren. Liliana Bodoc; Valeria Docampo. Buenos Aires: SM, 2008. (Barco de vapor. Azul)

Del otro lado del océano: relatos de oriente y occidente. Sandra Comino; Silvana Delfino. Rosario: Homo Sapiens, 2009.

El árbol de las siete brujas, y otras historias entre-las-hadas. Silvia Schujer; Javier González Burgos. Buenos Aires: Atlántida, 2009.

El circo criollo: circo popular argentino. Lucas Nine. Buenos Aires: Del Eclipse, 2009. (Libros – álbum del Eclipse)

El geño de la tinta negra. Canela; Eugenia Nobati. Buenos Aires: La brujita de papel, 2009. (Piedra Libre)

Jamle: versión libre gauchesca de Hamlet. María Inés Falconi; Jorge Osvaldo Herrero. Buenos Aires: Quipu, 2008.

La casa bajo el teclado. Ema Wolf; Matías Trillo. Buenos Aires: Norma, 2009.

La escalera. María Cristina Ramos; Natalia Colombo. Buenos Aires: Edelvives, 2009. (Ala Delta)

La muralla. Sandra Siemens; Claudia Legnazzi. Buenos Aires: SM, 2009. (Barco de Vapor)

Las líneas de la mano/ As linhas da mao. Lilia García Bazterra; Irene Singer. Córdoba: Comunic-arte, 2009. (Colección Los Niños del MERCOSUR)

Nariz roja, nariz verde. Canela; Claudio Gallina. Buenos Aires: Sudamericana, 2009. (Pan Flauta)

Nos vamos, nomás, nos vamos: relato murguero. Mercedes Pérez Sabbi; Roberto Cubillas. Buenos Aires: Abran Cancha, 2009. (Otro Potro)

Obras completas de Javier Villafañe: teatro para chicos. Títeres y actores. Tomo I. Comp. Pablo Medina. Buenos Aires: Colihue, 2009.

Patagonia: tiempo de leyenda. Gustavo Roldán; Mima Castro. Buenos Aires: Guadal, 2009.

Te amo, lectura (Natacha). Luis María Pescetti; Pablo Fernández. Buenos Aires: Alfaguara, 2009.

Un montón de… ranas rayadas. Luciana Fernández. Buenos Aires: Una Luna, 2009.

Veinte pisos de terror. José Montero; Alberto Pez. Buenos Aires: Sigmar, 2009.  (Telaraña)

La historia de Vincent Van Gogh. María Susana Massabó; Mima Castro. Buenos Aires: Guadal, 2009.

Hacia una literatura sin adjetivos. María Teresa Andruetto. Córdoba: Comunicarte, 2009.

Esto no es para vos. Sandra Comino. Buenos Aires: La Bohemia, 2009.